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Suabo – 26.06.2025
Joachim Spitz, presidente de la Fundación ProKids, no quiso revelar mucho, alegando el anonimato del niño. Pero sí dijo lo siguiente: «El niño está bien, no tiene lesiones y ahora recibe mucho cariño». El puesto de acogida para bebés de la Fundación ProKids en Franziskusheim, en Neckarstrasse, Villingen-Schwenningen, funciona desde 2010. Un niño es llevado allí aproximadamente cada dos años. La última vez fue en abril de 2023, y ahora volverá a hacerlo la noche del 23 de junio de 2025. El recién nacido fue encontrado rápidamente, dice Spitz. «Los procedimientos que definimos junto con Franziskusheim y la Cruz Roja Alemana funcionaron a la perfección».
No hay señales de abuso
Se activa una alarma al colocar a un bebé en la trampilla. En la trampilla hay una cuna integrada, monitorizada por cámaras. Dos empleados de la residencia de ancianos recogieron al bebé y le brindaron los primeros cuidados hasta que llegó la Cruz Roja Alemana y lo trasladaron al Hospital Schwarzwald-Baar.
Una medida de precaución, explica Spitz, para garantizar la salud del bebé. En este caso, el niño se encuentra bien y no presenta signos de maltrato. Sin embargo, permanecerá en la unidad de cuidados intensivos del hospital durante los próximos días, «simplemente porque hay suficiente personal para atenderlo», explica Spitz.
En los próximos días, se buscará una familia de acogida y, a largo plazo, una familia adoptiva, en colaboración con la Oficina de Bienestar Juvenil. Sin embargo, la adopción suele tardar hasta un año.
Siete niños hasta ahora en la cuna de bebés
Este es el séptimo niño que queda en la guardería de Schwenningen. La guardería contiene información de contacto de centros de consejería locales y de la Fundación ProKids. Spitz afirma que solo una madre lo ha contactado desde la apertura del centro. En aquel momento, ella dio al niño en adopción.
El propio Spitz inició la incubación de crías hace años cuando leyó en el periódico que se había encontrado un recién nacido muerto en una bolsa de plástico en un bosque cerca de Singen. «Algo así no debe volver a ocurrir», decidió entonces. La incubación en Franziskusheim, Schwenningen, costó unos 30.000 euros, «pero valió cada céntimo», afirma Spitz.
Ha seguido la vida de todos los niños que han encontrado un nuevo hogar hasta la fecha. Casi todos están creciendo en familias adoptivas y les va bien.